La chica de los Recados
Tenía el Blog un poco abandonado debido a la falta de tiempo. Pero aquí estoy de nuevo, os dejo un pequeño relato/Reflexión sobre una vivencia propia:

Eh, que soy graduada, graduada en derecho. Y estoy feliz, feliz de que cada vez me encuentro más cerca del esperado futuro por el que estudié, lo que todos llevábamos esperando desde que empezamos la universidad. Ahora es cuando empezamos a practicar lo que va a ser nuestra profesión, cuando de verdad nos vamos a dar cuenta de que hemos estado estudiando lo correcto. Comenzamos el periodo de PRÁCTICAS EXTERNAS EN UN DESPACHO DE ABOGADOS. Es de entender que los estudiantes esperamos con anhelo e ilusión este periodo, llevamos cuatro años estudiando para algo, y ahora es cuando vamos a poner en práctica lo aprendido, y a seguir aprendiendo como es de verdad la profesión, lo que vamos a ser en un futuro.
O al menos, eso es lo que se supone.
Llega el momento, el gran día, mi debut como estudiante en prácticas. "¿Qué me mandarán hacer hoy? ¿Redactaré una demanda? ¿Ayudaré a mi tutor en prácticas en los casos que esté llevando? ¿Le ayudaré a razonar jurídicamente? ¿Iré a Juicio? pensamientos que rondan por la cabeza de camino al despacho donde vas a realizar tu periodo de prácticas, con unas ganas inmensas de realizar tareas de un abogado, un abogado en la vida real, con casos reales, y no supuestos ficticios de la universidad. Quizás estoy siendo exagerada, o soy demasiado sensiblera (Que seguro que sí), pero es en serio cuando digo que el nivel de ansia y deseo del periodo de prácticas es mayúsculo.
Bueno, sigamos con la historia, nos encontrábamos en el momento de camino al despacho, con ganas de comerme el mundo e irradiando fuerza y felicidad allá por donde pasaba. Y por fin, llego y llamo a la puerta. Me abre la secretaria, muy simpática y encantadora, me presenta a todos los integrantes del despacho y me lleva hasta el que será en adelante mi tutor en prácticas. Y ahí estaba yo, sentada enfrente de mi tutor de prácticas, con una sonrisa de oreja a oreja, e impaciente esperaba a ver cuál era mi primera tarea en el despacho.
- "Tengo que entregar varios documentos al registro de la propiedad, te los doy y los llevas ya esta mañana" Me espetó aquel señor con autoridad.
Tras esa primera tarea me desilusioné un poco, mi nivel de efusividad de esa mañana ya no era la de antes, pero bueno, quise pensar que me lo había pedido como favor, que no iba a ser algo habitual. Debería haberme fijado con minuciosidad en el análisis de la frase. No me dijo "por favor", ni utilizó un tono cortés, sino que utilizó un tono autoritario, con mucha naturalidad, como si él tuviese el derecho de pedirme esa tarea, y yo tuviese el deber de acatarlo.
Llegué al despacho de realizar la tarea que me había mandado, lo intenté hacer con la máxima rapidez posible para llegar cuanto antes y comenzar con una tarea más apasionante, que aportara más a mi aprendizaje. Cuando llegué, fui al despacho de mi tutor, a decirle que ya había hecho lo que me había mandado, y así me mandase otra cosa o me explicase algún caso que él tuviese. Pero no, me dijo que estaba ocupado, que no tenía tiempo de atenderme y que lo esperase en mi mesa. Estuve toda la mañana sentada en mi mesa, y por allí no apareció nadie.
A la 1 del mediodía, ya a punto de irme a casa, apareció mi tutor, vino a mi mesa y me dijo: "Mañana tienes que llevar unas plusvalías al ayuntamiento, ¿Sabes dónde está?". "No sé, ya lo miraré en Google Maps" le respondí, con cara triste y desilusionada. Esa mañana volví a casa con una actitud y una cara muy diferentes a las que había tenido yendo al despacho. Parecía una persona diferente, parecía que había pasado por mil historias, y en realidad solo había bastado una mañana para quitarme esa ilusión y esas ganas de golpe.
Lo peor es que la historia de esa mañana se repitió todas las mañanas. Pronto lo comprendí: Soy la chica de los recados. Llevo meses esperando este momento para ser la chica de los recados, todas las ganas de aprender se están perdiendo por ser la chica de los recados, todas las ganas de comerme el mundo se han desvanecido por ser la chica de los recados. Supongo que para él solo soy una chica cualquiera, una chica que le está quitando trabajo y que hace que su trabajo sea más cómodo por quitarse el trabajo sucio. Para él, que yo sea la chica de los recados supone simplemente mayor comodidad.
Lo que no sabe es que la chica de los recados entró teniendo sueños, teniendo expectativas y teniendo ganas de aprender. Lo que él no sabe es que la chica de los recados llevaba meses esperando el momento de realizar las prácticas en su despacho. Lo que él no sabe, es que esa chica con expectativas, ilusión, sueños y ganas de aprender ha quedado reducida a la chica de los recados, vacía de todo lo anterior, y eso para mí supone muchísimo más. Mayor comodidad a cambio de destrozar las ganas y la efusividad por cumplir un sueño. Un poco descompensado, ¿No?